La muerte de la esperanza by Eduardo de Guzmán

La muerte de la esperanza by Eduardo de Guzmán

autor:Eduardo de Guzmán [Guzmán, Eduardo de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1973-01-01T05:00:00+00:00


II

MIÉRCOLES, 29 DE MARZO

En las calles aumenta por momentos el gentío. Nuevas oleadas de fugitivos llegan constantemente a Valencia procedentes de los pueblos cercanos o de los frentes remotos. Son muchos ahora los camiones cargados de militares —oficiales, soldados y algún comisario— parados ante los centros oficiales o las sedes de los partidos y las organizaciones. Incluso una sección de blindados ligeros cruzan la plaza de Castelar, abriéndose trabajosamente paso entre la muchedumbre.

Aunque el alboroto de ruidos y gritos sigue siendo el mismo, es fácil advertir un cambio sensible en la multitud. Si hace cuatro horas esperaba con relativa calma instrucciones y directrices, pasada la medianoche las reclaman a voces con nerviosa impaciencia. Aquí y allá, surgen exclamaciones o protestas que hallan inmediato eco en la multitud:

—¡Estamos cansados de esperar…!

—¡Qué nos digan de una vez dónde están los barcos…!

—¿Vamos a seguir aquí cruzados de brazos hasta que lleguen los «fachas»?

Procedentes del puerto regresan varios camiones con hombres y mujeres excitados y coléricos. Vuelven rabiosos porque las fuerzas enviadas por el Consejo no les dejan acercarse al barco inglés que sigue sin permitir que nadie suba a bordo. Una mujer, chillando a voz en cuello, acusa frenética:

—¡No nos dejan subir porque lo tienen preparado para marcharse ellos…!

Aunque no dice quiénes son «ellos», es fácil imaginárselo. Por si alguien lo duda, tres individuos de pie en el techo de un coche aparcado junto a la acera improvisan una especie de mitin relámpago. Gritan a coro:

—¡Atención, camaradas! La Junta de Casado, la de la paz honrosa, quiere entregarnos al fascismo para que…

Un clamoreo de voces airadas les impiden seguir. Enfrentándose con ellos un teniente les increpa:

—¡Estáis haciendo el juego a la quinta columna…!

Los del coche pretenden hacerse oír. Uno de ellos, con una pequeña bocina en la mano, se la acerca a la boca para chillar:

—¡Camaradas! ¡Los traidores de la Junta…!

No puede continuar. Alguien, que le ha cogido de una pierna, lo arrastra fuera del coche. Grupos airados se precipitan sobre ellos.

—¡Cuidado, camaradas! ¡Son agentes provocadores…!

—¡Muera la quinta columna…!

—¡Acabad con esa canalla…!

Los que pretendían hacerse oír se tiran del techo del coche para tratar de escabullirse entre la muchedumbre. ¿Son en realidad agentes provocadores, miembros de la quinta columna que consideran llegado el momento de entrar en acción? Lo dudo, porque tendrían que estar locos para hacerlo en este momento, exponiéndose a ser destrozados por los miles de antifascistas desesperados que llenan el centro de la ciudad. Más probable es que se trate de una célula comunista que en un movimiento audaz trata de canalizar la cólera general contra los miembros del Consejo de Defensa. Aunque en realidad no sabría decir qué puede resultar en estas circunstancias más peligroso y amenazador.

—La cosa está francamente fea —reconoce preocupado Félix Paredes, al que veo minutos después en la redacción de Fragua Social—. No llegan los barcos anunciados, el cabrón del capitán inglés continúa negándose a dejar embarcar a nadie y a medida que pasan las horas van encrespándose los ánimos. Si por la mañana seguimos igual, no sé lo que puede pasar.



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